Siempre he dicho que a pesar de llevar una farmacia en nuestro interior, no somos conscientes de su potencial, y preferimos optar por «soluciones externas». Pues bien, hoy voy a hablaros de nuestro «fármaco rey»: el agua.
El agua es absolutamente imprescindible para la vida. Podemos sobrevivir más de cuarenta días sin comer, pero no sin beber. El cuerpo tiene un 75 % de agua al nacer y un 60 % en la edad adulta. El 60 % de esa agua, se encuentra en el interior de las células, y el resto circula en la sangre y baña los tejidos.
Cada vez me doy más cuenta, que amplios sectores de la población (entre los que incluyo a muchos profesionales), le siguen dando poca importancia al echo de beber agua de forma regular. El cuerpo nos manda una sensación natural de sed cada vez que necesita agua, pero el 75 % de las personas, no responden a esa llamada bebiendo sencilla y llanamente agua, lo que hacen en su lugar, es sustituirla por otras bebidas creyendo que así satisfarán la necesidad del cuerpo.
Seguro que ha vuestro alrededor tenéis personas que se jactan de no probar el agua (el agua es para los peces, dicen), ignorando que la causa fundamental de su malestar (cualquiera que sea), es en gran medida, su avanzado estado de deshidratación. Conviene no olvidar que muchas enfermedades crónicas (diabetes, hipertensión, Alzheimer, cáncer, obesidad, esclerosis múltiple, etc.) vienen precedidas de «años de sequía corporal».
Es cierto que bebidas como el té, café, vino, alcohol, zumos preparados, bebidas energéticas contienen agua, pero no es menos cierto que también contienen cafeína, alcohol, azúcares, aditivos, edulcorantes y otras sustancias químicas que son potentes deshidratadores (no es casualidad que en los países con tradición cafetera, siempre sirvan el café acompañado de una gran jarra de agua).
El consumo regular de esas bebidas generará una deshidratación progresiva, que tarde o temprano, desembocará en una crisis de toxicidad al no poder el organismo eliminar los productos de desecho metabólico, y los residuos celulares. Toxicidad que siempre es la antesala de la enfermedad.
Cuanto más años viva una persona tomando poca agua y/o muchas bebidas o estimulantes (tabaco, fármacos, etc), más enfermo estará, tenga o no síntomas manifiestos. Las personas que han ido consumiendo sus reservas de agua, lo han hecho a expensas de perder agua del interior de las células (pueden llegar a perder más del 30% de su volumen celular) resintiéndose todas las funciones vitales del organismo. En ese caso, el agua se acumulará en el exterior de la célula, para tratar de diluir los productos tóxicos que allí se depositen. Por ello, las personas empezaran a retener líquidos en piernas, pies, brazos, riñones (con disminución de la micción), etc.
Piensa que nuestro cuerpo está constituido por 60 billones de células aproximadamente, que precisan del aporte continuo de nutrientes y oxigeno para efectuar sus funciones metabólicas. Como resultado de semejante actividad, se generan de manera continua grandes cantidades de “basura” celular (desechos y toxinas), que deberán ser eliminados. Para ello es absolutamente imprescindible la presencia de agua y otros nutrientes.
Esta situación es especialmente delicada cuando se trata del cerebro. Como sabes, a pesar de que el cerebro tan solo representa el 2 % de nuestra masa corporal total, requiere más del 25 % de la cantidad de sangre que circula por todo el cuerpo. Como trabaja las veinticuatro horas del día, precisa más agua que cualquier otro órgano.
Sabemos que las células cerebrales contienen un 85 % de agua, y que sus necesidades energéticas no se satisfacen solo con la llegada permanente de glucosa, sino que necesitan de la energía «hidroeléctrica» generada, al pasar el agua a través de la ósmosis celular. La escasez de agua en el tejido cerebral, reducirá la energía del cerebro debilitando sus funciones vitales. La consecuencia de esa deshidratación, es una falta de energía que suele manifestarse en forma de estrés, agotamiento, ansiedad e irritabilidad. Todo ello hará que la persona se sienta incapaz de enfrentar su cotidianidad, y como consecuencia sucumbirá a algún tipo de problema emocional.
Podemos concluir que la «sequía corporal» es el tipo más grave de estrés que puede sufrir el ser humano; y a la vez, el mas fácil de corregir siempre que se sepa ver.
En resumen:
- Necesitamos agua para nutrirnos, desintoxicarnos y poder mantener un metabolismo correcto
- Se estima que el 75 % de la población sufre deshidratación crónica
- Un 30 % tiene tan debilitado el mecanismo de la sed que lo confunde con la sensación de hambre (beber un vaso de agua sacia el hambre nocturna en un 90 % de las personas)
- Beber poca agua es la principal causa de la fatiga diurna
- Diferentes estudios avalan que beber de 8 a 10 vasos de agua al día alivia significativamente los dolores articulares
- Una disminución de tan solo el 2 % de agua en el cuerpo puede desencadenar problemas de memoria y concentración
- Conviene evitar el consumo de agua u otras bebidas almacenadas en botellas de plástico (sobretodo blando). El bisfenol (BPA), es uno de los productos químicos que se producen en mayor cantidad en el mundo, y prácticamente todos tenemos restos de esta sustancia en el cuerpo. Se suelen almacenar en las células grasas y en el tejido conectivo. En la actualidad hay en los océanos más partículas de plástico que de plancton
- Hay que beber un mínimo de un litro y medio al día, aunque «no se tenga sed».
A modo de resumen visual, os dejo este pequeño vídeo.