Una vez superada la etapa veraniega vuelvo a la tarea. Gracias a vuestras sugerencias, ya os habréis dado cuenta que he cambiado el formato del blog, incluyendo algunos vídeos, remodelando las etiquetas e incorporando un buscador que facilite la tarea de relacionar lo publicado. También me han llegado algunos comentarios donde se me pide que utilice términos más asequibles para entenderme mejor. Tomo nota de todo y desde ya me pongo a ello.

 

Aclarados estos puntos, vamos al tema de hoy. Cualquier profesional que se precie, necesita de una caja de herramientas lo suficientemente bien surtida, para poder ir solucionando los problemas que se le vayan presentando en su quehacer diario. Os imagináis que contratásemos a un carpintero para que nos hiciera una puerta y que al llegar a casa y abrir su caja de herramientas, viéramos con asombro, que solo disponía de un martillo. Sería materialmente imposible, que ese hombre con una sola herramienta, pudiera hacer la puerta. Le faltarían destornilladores, clavos, lijas, taladradora, etc.
 
Por eso considero que cualquier profesional; sea médico, abogado o carpintero, debe disponer de una caja de herramientas bien nutrida y permanentemente actualizada, que le permita resolver con la máxima celeridad y eficacia, cuantos problemas le plantee su trabajo diario. 
 
En el campo en que me muevo, que es el de la salud y la enfermedad, es deseable que el terapeuta tenga una formación suficiente en distintos ámbitos, que le permita integrar técnicas y conocimientos, para el mayor beneficio de sus pacientes.
 
Hoy en día para ser psicoterapeuta y ejercer como tal, se debe estar acreditado por la FEAP(Federación española de asociaciones de psicoterapeutas), donde se dictan los criterios mínimos para ejercer como terapeuta (ver la ficha 10 “¿Qué es la psicoterapia? Parte segunda”). Cualquier terapeuta que cumpla con estos requisitos, es un ejemplo de que está en posesión de una buena “caja de herramientas”.
 
Ahora os voy a presentar dos herramientas muy humildes, pero muy prácticas a la hora de avanzar por el siempre difícil entramado de la mente humana. Se trata de la Biblioterapia y la Cineterapia. A ambas hay que entenderlas como facilitadores terapéuticos. El origen de la Biblioterapia se remonta a la antigüedad y los griegos la consideraban ya como una forma de tratamiento médico y espiritual. Yo la prescribo en la doble vertiente del desarrollo personal y como parte del proceso de cura propiamente dicho.
 
Tal y como explico en la (ficha 9 «Qué es la psicoterapia? Parte primera») de este blog, los pacientes están disociados o divididos en relación a lo que sienten, piensan o hacen. En cualquier tipo de terapia, se busca básicamente, la integración del individuo y los caminos para lograrlo son múltiples.
 
Tal y como he dicho más arriba, la Biblioterapia y la Cineterapia son facilitadores psíquicos de esa búsqueda. De lo que se trata, es de que ese material escrito o visual pueda ayudarles a modificar aspectos de sus pensamientos, sentimientos y acciones. El mecanismo que pone en marcha todo el proceso, es esencialmente la identificación que se establece, entre pacientes y personajes o hechos de la trama que estén leyendo o viendo.
 
La discusión posterior y puesta en común con el terapeuta de aquellos aspectos que hayan sido relevantes para el paciente, se convierten en dinamizadores del cambio. 
 
Dentro de lo publicado en español, os dejo la referencia más especifica sobre lo que os acabo de hablar. Se trata del libro ”Biblioterapia y Cineterapia” de Silvia Adela Kohan.
 
Para mí la parte más interesante del libro, está en el capítulo III donde se tocan los temas más universales para el ser humano: el amor, el encuentro con uno mismo, la crisis de pareja, el cambio, la soledad, la muerte, la búsqueda de oportunidades…
 
En futuros post, iré incorporando otros libros que también cumplen con todo lo dicho más arriba.