Hoy voy a tratar de ilustrar a través de un caso práctico, los aspectos teóricos que mostré en «juegos en los que participamos. Drama versus melodrama».
Se trata de Lola, una paciente soltera de 40 años y brillante abogada. Tiene una madre diagnosticada de esquizofrenia desde hace 30 años. Es la mayor de cuatro hermanos y los padres están separados desde que ella tenía 14 años.
Su familia, de siempre delegó en ella el cuidado de la madre con sus múltiples ingresos. También se tuvo que encargar desde muy pequeña de la casa y de todos los hermanos. Actualmente es ella la que paga el piso donde vive la madre.
El motivo de consulta fue la queja de no tener vida propia, de lo mucho que trabajaba y de la mala suerte que tenia con los hombres, porque “siempre me acabo enrollando con los que no me convienen”.
Empezamos el tratamiento psicoterapéutico y a la segunda sesión llegó 20 minutos tarde.
– Perdona, pero me he dormido.
Luego continuo hablando mientras se quitaba el abrigo. Cuando tengo que ir a trabajar nunca me ha ocurrido esto…
Como psicoterapeuta, mi “yo observador” (ver ficha 6) se dio cuenta al analizar su comentario aparentemente banal, que para su psiquismo, «si se trataba de trabajo» no se podía permitir quedarse dormida, mientras que si era “algo bueno para ella” (la terapia), no importaba si se dormía y llegaba tarde.
Por su historia, Lola estaba muy acostumbrada al maltrato. Podemos afirmar que poseía un “ master” en malos tratos; porque desde su padre (que también es abogado y la explota en su despacho), hermanos (que no la ayudan en la manutención de la madre y pasan totalmente de ella), madre ( que incluso en épocas en que está bien no le agradece nada, ni tiene el más mínimo gesto maternal hacia ella) y hombres en general, todos la maltratan.
Lola estaba tan acostumbrada a ese maltrato, que no llegaba a verlo. Se quejaba, pero seguía ejerciendo de MASOQUISTA o MALTRATADA. Ahora bien, toda masoquista necesita de su correspondiente SADICO, VERDUGO O MALTRATANTE. Era cómplice inconsciente de un melodrama sado-masoquista, donde los cómplices eran los padres, hermanos y hombres en general.
La parte consciente de Lola quería tener buenas e igualitarias relaciones con los demás, pero no podía porque todos estos verdugos, constituían un consenso cómplice melodramático, que ella “jugaba” inconscientemente y a la que era adicta.
Lo que hacía especialmente grave el caso de Lola, es que con ese comentario inicial, quedaba claro que no solamente la maltrataban los demás, sino que ella se había llegado a identificar plenamente con el rol de MASOQUISTA. Ella inconscientemente, se maltrataba al privarse de un espacio bueno y terapéutico, boicoteándose al llegar tarde a la terapia.
Volviendo a la sesión, vemos que Lola tenía cierta noción de conflicto. Es decir su “yo observador” la estaba avisando de que algo no andaba bien en ella y fue esa parte sana, la que la llevo a la consulta.
Gracias al comentario inicial, pude señalarle inmediatamente que para el único espacio que tenia para ella sola y del que podía disfrutar plenamente, resultaba que llegaba tarde, privándose de parte de la sesión. Por lo tanto, teníamos que pensar que “había algo dentro de ella que no le permitía disfrutar de la vida”.
Acto seguido, le interpreté su identificación y adicción masoquista, donde ya no necesitaba de maltratantes externos, puesto que ella sola era quien se encargaba de hacerse la vida imposible.
A partir de esa interpretación, Lola fue tomando conciencia de su adicción masoquista y pudimos empezar a trabajar en su cambio hacia el “drama”, desprendiéndose de los “cómplices” melodramáticos y empezando a buscar “aliados” o iguales para la vida. Continuará …
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