En la primera parte de este artículo (ficha 9), definimos la psicoterapia cómo un proceso de comunicación entre un psicoterapeuta y una persona que solicita ayuda (paciente), con el propósito de mejorar la calidad de vida de este último, a través de un cambio en sus pensamientos, sentimientos o acciones.
También se analizó la palabra proceso con algunas consideraciones prácticas.
Hoy nos centraremos en la palabra comunicación en psicoterapia. En la ficha 7 de este blog, ya he hablado de la comunicación en su sentido más amplio. Hoy haré hincapié en la comunicación más específica entre paciente y terapeuta.
La esencia de la psicoterapia es “repetir diferenciando para dejar de repetir”. ¿Esto qué significa? Pues que una persona que siempre se comporta o se comunica de la misma manera, se está moviendo en un círculo vicioso sin progresar. Son esas personas que envejecen porque cumplen años, pero no maduran porque no aprenden.
Si somos capaces de introducir en nuestro discurso, algún cambio comunicacional por pequeño que sea, ese círculo cerrado, poco a poco se irá abriendo, hasta llegar a convertirse en una espiral dialéctica que nos permitirá “salir” de ese círculo empobrecedor en el que nos encontrábamos.
Si por ejemplo un paciente se muestra siempre sumiso, postergando sus deseos en función de los deseos de los demás, es que se mueve en un círculo repetitivo y cerrado, donde siempre adopta el papel de persona sumisa y complaciente. Si a través de la psicoterapia, se da cuenta de esa pauta comunicacional y empieza de vez en cuando a decir “al otro” que no, centrándose más en lo que él quiere; entonces empezará a “repetir diferenciando”. Si esa pauta comunicacional continua, llegará un momento donde dejará de repetir.
Cualquier pauta comunicacional anómala se debe “descubrir” en el “aquí y ahora” de la sesión. Es decir; lo que le pasa “aquí y ahora” con el terapeuta, es lo que le pasa al paciente “allá, afuera y con los otros”.
El trabajo del terapeuta es darse cuenta de esas pautas comunicacionales que le ocurren al paciente, tanto con el terapeuta como con los demás. Hay que transmitírselas, para que su “yo observador” (ver ficha 6) se ponga en marcha, haciéndole ver sus repeticiones y así poder corregirlas.
Por todo lo anterior, concluimos que por lo menos hay tres objetivos fundamentales en toda psicoterapia: hacer consciente lo inconsciente, asociar lo disociado y repetir diferenciando para dejar de repetir.
Vamos con la palabra psicoterapeuta.
Hasta hace 8 años, no existía un diploma reconocido para ejercer la profesión de psicoterapeuta. Cualquiera podía autonombrarse terapeuta y abrir una consulta sin importar su titulación y/o preparación (de hecho todos los profesionales conocemos más de un caso).
Gracias a la aparición de un registro nacional de psicoterapeutas agrupados en la FEAP (federación española de asociaciones de psicoterapeutas), se pudo empezar a poner coto a esos furtivos y a saber quién era quién.
Se crearon asociaciones de terapeutas según la diferentes corrientes técnicas (cognitivo, gestalt, psicodinámica, transacional, comportamental, psicoanalítica, etc ) A su vez estas asociaciones se agruparon en la FEAP, desde donde se dictaron una serie de criterios mínimos comunes a todas las asociaciones, para así garantizar, que los terapeutas tenían una formación mínima para tratar los problemas psicológicos de las personas que acudían a ellas.
A modo de síntesis, los criterios mínimos que dicta la FEAP para ser terapeuta son:
1.- Ser titulado universitario, siendo las licenciaturas en psicología y medicina las consideradas más adecuadas para acceder a la formación. Los médicos especialistas en psiquiatría y los psicólogos especialistas en psicología clínica, se les acredita como psicoterapeutas, siempre que demuestren documentalmente su práctica, actividad y supervisión clínica.
2.- Un mínimo de 3 años a tiempo parcial, en el periodo de post-grado universitario dedicados a la formación teórica, técnica y clínica en psicoterapia con un mínimo de 600 horas lectivas.
3.- Un mínimo de 2 años de práctica profesional como psicoterapeutas, debidamente supervisada. Debe incluir, así mismo, al menos el tratamiento de 2 casos con un mínimo de 300 sesiones de tratamiento y 100 sesiones de supervisión de dichos tratamientos. Esta supervisión de la práctica profesional, habrá de realizarse con psicoterapeutas expertos acreditados por las respectivas asociaciones de psicoterapeutas.
4.- Un mínimo de 6 meses de actividades prácticas en entornos públicos o privados de Salud Mental, en los que el psicoterapeuta en formación, pueda tener experiencia directa de la clínica psicopatológica, permitiéndole tomar contacto directo con las diferentes formas de manifestación de los trastornos mentales, y los distintos profesionales que intervienen en la Salud Mental.
Con estos filtros es mucho más difícil que alguien “se cuele” con el daño que eso significa para los potenciales pacientes.
Como vemos y resumiendo: una buena formación debe ser superior a 3 años y debe incluir forzosamente una psicoterapia personal junto con una supervisión clínica de los propios casos.
Desde el punto de vista práctico, cuando alguien me pregunta por ejemplo, que si conozco algún terapeuta en Albacete. Le digo que no, pero que consulte la guía de la FEAP y busque a alguien de esa ciudad, porque cualquiera que esté registrado allí, por lo menos asegura que tiene una correcta preparación y no es ningún advenedizo.
Honradamente creo que la especialidad de psiquiatría es de las más difíciles de la medicina. Digo esto, porque sabéis que los psiquiatras tenemos bastante fama de locos y cuando me lo preguntan, suelo contestar que probablemente esa afirmación sea cierta. Creo que puede ser cierta por dos motivos principales: en primer lugar porque somos personas y no es lo mismo operar un pie, pongamos por ejemplo, que tratar con una persona neurótica, cuyos problemas pueden ser muy parecidos a los míos, siendo en esos casos, muy difícil tomar distancia terapéutica y evitar “el contagio”.
La segunda razón, es que muchos profesionales, por el hecho de tener la especialidad, empiezan directamente a tratar pacientes, ignorando ”de que va la propia locura”. En otras palabras: es absolutamente indispensable, según he escrito más arriba, estar bien analizado. Hay que haber sido “cocinero antes que fraile” o en nuestro caso, “haber sido antes paciente que terapeuta”. Continuará …