Desde el Medievo hasta ahora, el guiñol ha fascinado a niños y mayores con historias en las que actúan siempre los mismos personajes básicos, con los se construyen todas las tramas inimaginables. Estamos hablando de un muñeco mal encarado, sucio y agresivo, pegado a un enorme garrote que recuerda al as de bastos, una preciosa y frágil princesa que sufre el acoso del energúmeno, y finalmente el príncipe, que con su brillante espada acude raudo en defensa de tan frágil dama.
¿Como es posible que con tres muñecos de trapo, no solo se pueda atrapar la atención de tanta gente, sino que además, se logre su implicación afectiva?
Veamos: Los tres personajes del guiñol representan tres arquetipos básicos: El muñeco zafio y agresivo, representa el arquetipo del verdugo. La femenina y frágil princesa simboliza la víctima, y el apuesto príncipe es la encarnación del salvador.
No importa la época, ni el lugar. A todos nos fascinan por igual, las tramas entretejidas por la fuerza arquetípica de esos personajes. Alrededor de su dinamismo relacional, se ha creado desde la noche de los tiempos, el teatro como representación simbólica y terapéutica de nuestros conflictos. La potente industria cinematográfica y televisiva de hoy, es la prueba irrefutable de esa necesidad ancestral.
Esta teatralización la llevamos a la vida real para obtener la energía que nos falta. Como dice la física quántica, todos somos energía y nos conectamos a través de ella – de ahí las buenas y malas vibraciones de las que tanto hablamos -. Si no sabemos como proveernos, entonces como el petróleo, se convertirá en un bien escaso, lo que hará que entremos en conflicto y lucha por conseguirla, mantenerla, y controlarla.
De todo ello, ya habló el maestro Carl Jung, al afirmar que la base de todos los conflictos humanos era la competencia inconsciente por la energía. Estudió las pautas de comportamiento que seguimos los humanos para hacernos con esa energía.
En otro artículo, ya he hablado de los melodramas que generamos para obtener energía extra, a través del dominio y manipulación del otro.
¿Te reconoces en alguno de estos tres personajes? ¿Cómo puedo identificarlos dentro de mi? ¿Se puede ser más de uno a la vez?
¿Pero, como se obtiene esa energía a través de esos personajes?
Al que conocemos con el nombre de verdugo, también podríamos llamarle: sádico, maltratante o intimidador. Este personaje roba la energía juzgando, criticando, amenazando y cuestionando a los demás. Les somete y así les “chupa” su energía.
Las víctimas, – a través de sus quejas -, siempre obtienen atención, comprensión y buenos sentimientos de los demás – sobretodo si se muestran distantes y retraídas -. Logran que los otros se sientan culpables (chantaje emocional), y responsables por ellos. En última instancia, se apoderan de la energía del otro y así, ”suavemente nos matan con su canción”.
Finalmente, tenemos al salvador, quien a través de su bondad, se gana nuestra admiración y respeto, captando nuestra energía, porque … es tan bueno … que no podemos negársela.
En la práctica clínica, se dan todas las pautas relacionales que puedas imaginarte: Por ejemplo, uno puede ser verdugo hacia dentro – maltratándose y no queriéndose en absoluto – y sin embargo salvador hacia fuera – porque lo mejor de él, es para los demás -. Existen todas las posibles permutaciones: Verdugo hacia dentro y víctima hacia fuera, salvador hacia dentro y verdugo hacia fuera, etc.
Así pues, como ocurre en esas películas de zombis y muertos vivientes, cada día nos lanzamos camuflados dentro de nuestros personajes, a la búsqueda desesperada de esa energía que creemos necesitar.
En un post anterior, hable de la movilidad de roles como un criterio de salud mental, por eso es importante que identifiquemos dentro de nosotros, los personajes que nos habitan y tratemos – solos o con ayuda profesional -, de comprenderlos y controlarlos.
Más importante que lo anterior, es que seamos capaces de encontrar la forma particular de autoabastecernos de energía. Podemos lograrlo con el ejercicio físico, la meditación, el contacto con la naturaleza, la música, la lectura, el amor hacia uno mismo, el baile, la risa, y sobretodo, la creatividad.
Como apunte final, conviene estar siempre alerta ante las posibles fugas de energía. Suelen presentarse en forma de culpa, negatividad, rabia, victimismo, estrés, envidia, manipulación, adicciones, mala alimentación, radio y televisión basura, etc.
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