Blog del Doctor Cabau

Terapia Integral Planificada

CENTRO DE PSIQUIATRÍA DINÁMICA
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EL CUERPO NUNCA MIENTE

Al nacer, todos lo hacemos en el seno de una determinada cultura (ver la realidad no existe, existen formas de ver la realidad) que debemos incorporar si queremos sobrevivir. Toda cultura es un mundo de significados compartidos cuyo principal vehículo es el lenguaje. Siendo el lenguaje lo que caracteriza al hombre como especie, es lógico que se constituya en su principal “instrumento” para poder transitar por la “realidad”.

Este “organizador psíquico” nos permite ir objetivando las experiencias. Experiencias, que al ser repetitivas nos posibilitan anticipar situaciones y por lo tanto, vivir más adaptados a un mundo en continuo cambio.

Cuando nos comunicamos con alguien y en la psicoterapia esto es básico, utilizamos tres tipos de canales o vías de comunicación:

1.- La comunicación Digital que está basada en la PALABRA, es auditiva y la utilizamos cuando enunciamos una palabra para nombrar algo, donde la palabra es un signo arbitrario y fruto de un acuerdo semántico (por ejemplo, todos nos hemos puesto de acuerdo en que determinado aparato es una TV o una radio).

2.- La comunicación Paraverbal que es todo lo que “acompaña” a lo que se dice: risa, llanto, intensidad, timbre y TONO DE VOZ.

3.- La comunicación No Verbal que está representada por el LENGUAJE CORPORAL. Corresponde a “todo lo que se hace pero no se dice” (gestos, mímica, postura, MIRADA O CONTACTO VISUAL)

Todos estos canales, no los utilizamos en la misma proporción. Múltiples estudios científicos sobre comunicación humana, han coincidido con pequeñas diferencias, en que el impacto y efecto de una determinada comunicación depende en un 55 % del lenguaje corporal (básicamente de la mirada), en un 38 % de la comunicación paraverbal (fundamentalmente el tono de la voz) y solo en un 7 % de la palabra.

Muchos científicos consideran que la escisión evolutiva entre nosotros y nuestros parientes primates más próximos (gorilas, orangutanes y chimpancés), data de hace 5 millones de años (aunque entre nuestros genes y los suyos hay una diferencia de menos del 2 %).

Los modelos de comportamientos integrados para la planificación y creación de herramientas se desarrollaron hace al menos 2,5 millones de años, mientras que el “lenguaje avanzado” y las normas necesarias para la organización social datan de hace tan “solo” 30.000 o 40.000 años. Como se ve en estos datos, resulta que llevamos 5 millones de años separados de nuestros “primos” los chimpancés y solo sabemos hablar desde hace 40.00 años ¿de qué os fiarías mas, del lenguaje verbal o del no verbal?

En resumen: cuando nos comunicamos, solo el 7 % de esa comunicación depende de lo QUE DECIMOS (las palabras) y el 93 % depende de CÓMO LO DECIMOS (miradas y tonos de voz).

Como resulta obvio, la comunicación paraverbal y la no verbal es la más antigua en el tiempo puesto que nos ha ido acompañando en nuestra evolución como especie. Hasta que desarrollamos una determinada zona del cerebro en el hemisferio izquierdo, conocido como el área de Broca y logramos la posición erguida (bipedestación) que permitió la ubicación adecuada de las cuerdas vocales, no pudimos empezar a desarrollar la comunicación verbal.

Ese 93 % “no verbal” lo compartimos con los animales. Por eso, con estos datos, podemos comprender muy bien a esa persona que nos dice que su perro le “entiende tan bien, que solo le falta hablar”. Esto es literalmente cierto, porque su perro y él comparten el 93 % de los canales de comunicación.

Cualquiera puede comprobar, que a menos que se sepa chino es imposible entenderse con uno por teléfono (por ese canal, solo existe la palabra con su escaso 7 %). Sin embargo, si lo tenemos enfrente y queremos comer, basta con que nos llevemos la mano a la boca con gestos rítmicos, para que nos entienda inmediatamente. En este caso hemos puesto en marcha el poder de lo no verbal (93 %) con el signo universal de “tengo hambre”.

Otro ejemplo de comunicación lo tenemos al acercarnos a un bebé recién nacido, por lo tanto sin posibilidad de entendernos con la palabra (sin códigos verbales). Si comenzamos a insultarle con todo tipo de improperios, pero con un tono dulce, pausado y tierno, veremos que no protestará e incluso puede obsequiarnos con una sonrisa. Si ahora empezamos a decirle cosas cariñosas y tiernas elevando la voz y con gestos bruscos, veremos que el resultado será catastrófico.

¿Qué ha pasado? Pues, obviamente el bebé lo que capta y a lo que responde es a la “música” analógica, no verbal y universal del afecto y ternura (es decir al 93 %). No puede entender ni responder a una “letra” digital desconocida (la palabra con su 7 %), porque sencillamente no ha podido aún adquirir el aprendizaje de los códigos verbales.

En relación al 93 % quiero mencionar lo que les sucede a “los locos”, a los niños y a los alcohólicos, que como dice el refranero popular ”son los únicos que dicen la verdad”. Estos tres colectivos tienen en común el “debilitamiento” de la palabra (el 7 %). Si las palabras son estructuras de significado, “los locos”, están fuera de la realidad de las palabras, los niños no tienen incorporado totalmente el lenguaje y los alcohólicos están desinhibidos e incapacitados para coordinar un lenguaje coherente.

Hace unos años, fui contratado por la compañía Iberia, para dar unos cursos, que duraron 5 años, sobre procedimientos de intervención en crisis con pasajeros conflictivos. Los cursos estaban dirigidos a un colectivo de 900 sobrecargos, que como sabéis son los “jefes” de los tripulantes de cabina. Imaginaros por un momento, los miles y miles de pasajeros que habían visto estas personas a lo largo de su experiencia profesional. Me escribían mandándome todo tipo de anécdotas y situaciones reales que les habían ocurrido estando de servicio.

Ejemplos prácticos

Como ejemplo práctico de mala comunicación, la siguiente situación:

Una azafata se dispone a repartir a los pasajeros la prensa matutina, cuando desde el fondo del pasillo un señor reclama su atención diciendo ¡señorita, señorita, prensa económica!

La tripulante sin inmutarse continua repartiendo los periódicos, siendo interrumpida de vez en cuando desde el fondo con un insistente – ¡señorita… prensa económica! La situación sigue igual, hasta que la tripulante, dos filas antes de llegar a ese señor, exclama mirando al pasajero al que le estaba entregando un periódico : ¡pues más económica que esta, que no le va a costar ni un duro!

Todos los pasajeros que la oyeron soltaron una gran carcajada y el que solicitaba insistentemente la prensa económica le puso una reclamación.

En principio se trata de una anécdota graciosa y en un examen superficial podríamos pensar que ese pasajero carecía de sentido del humor. Si nos fijamos con mayor detalle, veremos por lo dicho más arriba que a la azafata “se le olvidó” el 93 % de la comunicación. En vez de reírse CON el pasajero, se rió DEL pasajero.

Todo eso se habría evitado, si en el primer momento, cuando el pasajero le reclamaba desde el fondo, ella le hubiese mirado un solo instante o hubiera hecho un pequeño gesto con la mano, mandándole la comunicación no verbal (93 %) de “mensaje recibido” (pensar en lo mucho que nos molesta cuando en la barra de un bar, le pedimos al camarero un café y este, a pesar de estar muy cerca, no nos manda ningún mensaje de habernos visto u oído).

Tengo otra situación que representa la antítesis de esta última:

SITUACIÓN: Junto a la puerta de embarque estaba la azafata con una compañera de tripulación. Al fondo venía el último pasajero cargado de bultos por todos los sitios. Cuando estaba a la altura de ellas dos, no se le ocurrió a una de ellas otra cosa que mirándole, decir en voz alta: ¡que duras son las mudanzas! El pasajero no pudo reprimir la risa y se le cayeron todos los bultos.

En este caso queda muy claro que la azafata se rió CON el pasajero (al vincularse con la mirada y tono de voz) y el resultado fue muy distinto del anterior.

Por todo lo visto, podemos concluir que dada la supremacía de lo NO VERBAL sobre lo VERBAL, EL CUERPO NUNCA MIENTE. 

Protegido: EL «YO PARTICIPANTE» Y EL «YO OBSERVADOR EN PSICOTERAPIA

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UNAS PALABRAS SOBRE EL APRENDIZAJE EN PSICOTERAPIA


Por lo general, en toda formación, psicológica o no, está bastante extendido el prejuicio de que el libro, la charla o el curso pueden ser más o menos interesantes desde el punto de vista teórico, pero que muy poco de lo que nos cuentan, va a tener una aplicación práctica inmediata. Seguramente, los que pensáis así, tenéis algo de razón, puesto que esta es una materia donde no es infrecuente teorizar y “hablar de oídas” , y si además, se han recibido demasiadas charlas teóricas apartadas de una realidad cotidiana profesional, ya tenemos la mezcla corrosiva del desencanto y el escepticismo frente a lo psicológico.


Quiero puntualizar desde ya, que seas o no profesional de la psicología, si tu trabajo tiene que ver con el trato con personas, no te voy a decir nada aquí que tú no sepas ya. De tu trabajo sabes tú muchísimo más que yo, lo que ocurre es que en algunas ocasiones, no sabes que sabes. En aquellas situaciones difíciles que hayas resuelto, es probable que lo atribuyeses a tu “instinto u oficio” . Pero para mí, lo que has puesto en marcha sin saberlo, es tu “competencia inconsciente” para resolver problemas.


Para todos aquellos que hayáis tenido que aprender de la experiencia, el camino habrá sido muy duro, puesto que este tipo de aprendizaje está basado en el ensayo y error. De tal suerte, que con el tiempo y su correspondiente desgaste, se van descubriendo los fundamentos de la técnica”.
Seguramente la experiencia os ha enseñado que cuando un cliente levanta su tono de voz, sistemáticamente vosotros la bajáis, y así se va logrando que nuestro interlocutor también lo haga. A esa conducta, se le llama técnicamente MODELAJE y es algo que en psicología viene utilizándose desde hace mucho tiempo y, a lo peor, a ti te ha costado años y disgustos, reconocerlo y aplicarlo.


No es infrecuente, que cuando le contamos a alguien alguna anécdota que tenga que ver con situaciones más o menos conflictivas y de las que hemos salido bien parados, nos comente que … “has tenido suerte, porque si hubieses dado con otra persona, seguramente lo que hiciste no habría funcionado”, con lo cual se crea una sensación de “sonó la flauta por casualidad” o “esto de la psicología es pura suerte”. Pues bien, la suerte existe y es necesaria, pero con nuestra técnica, podemos lograr que las cosas ocurran, llevando la situación al terreno que nos interesa.


Volvamos al aprendizaje. Más arriba, veíamos cómo a base de responder a los estímulos, uno va generando respuestas que unas veces funcionan y otras no. Con esa técnica de “ensayo y error” uno va aprendiendo lo que le funciona, y a fuerza de repetirlo “lo hace suyo” (adquiere una competencia inconsciente).


Todo aprendizaje sigue un patrón ascendente en términos de niveles (ver el esquema). Voy a exponer los pasos del aprendizaje, siguiendo el ejemplo de Juan, un chico de 18 años que quiso sacarse el carnet de conducir.


Hace un par de años, Juan se encontraba en el nivel más bajo de aprendizaje, que recibe el nombre de incompetencia inconsciente, donde no se sabe que no se sabe . Efectivamente, ni siquiera se había planteado el hecho de conducir, puesto que no tenía la edad reglamentaria para hacerlo y por lo tanto esa posibilidad, no estaba en su campo de intereses (al igual que le ocurría con las hipotecas o la jubilación).


INCOMPETENCIA INCONSCIENTE
No sabe que no sabe


INCOMPETENCIA CONSCIENTE
ya sabe que no sabe


COMPETENCIA CONSCIENTE
ya sabe que sabe


COMPETENCIA INCONSCIENTE
no sabe que sabe


Al cumplir los 18, se planteó sacar el carnet de conducir. El simple hecho de planteárselo conscientemente, le hizo caer en la cuenta de que no poseía esa habilidad; lo que le llevó a tomar la decisión de matricularse en una academia.


Esa decisión y toma de conciencia es fundamental para seguir progresando en cualquier campo. A este segundo nivel de aprendizaje, se le llama incompetencia consciente, porque ya se sabe que no se sabe (el máximo problema, es la negación del problema).


Empezaron las clases y llegó un día en que se instaló en el nivel de competencia consciente donde se sabe que se sabe. Esta es la fase más crítica porque es cuando suele cundir el pánico y Juan no fue una excepción. Todo se tiene aprendido con alfileres, sea el carnet de conducir, una oposición o el aprendizaje de un nuevo idioma. Juan, no se aclaraba con tantas cosas como tenía que hacer a la vez (mirar por el retrovisor, frenar, cambiar de marcha, acelerar, intermitentes, etc.). Digo que esta es la fase más crítica y decisiva del aprendizaje, porque marca el punto de inflexión entre seguir con lo que estamos haciendo y lograr nuestro objetivo o abandonar y fracasar.


Finalmente, tuvo la suficiente fortaleza o capacidad de frustración (rasgo diferencial del adulto), como para seguir adelante, llegando a la etapa final de cualquier aprendizaje, que es la competencia inconsciente. Ese es el punto donde, no se sabe que se sabe. Por lo tanto, Juan ya era capaz de desplazarse con el coche sin tener conciencia de estar haciéndolo. Tenía tan incorporado el aprendizaje, que ya conducía “inconscientemente”.


Hay muchas cosas en la vida, que aprendemos y no se olvidan nunca aunque haga años que no las practicamos. Por ejemplo, montar en bicicleta es un aprendizaje que nunca se olvida por la gran participación psiconeuromuscular que implica. Los profesionales del golf o de otros deportes, hablan continuamente de las “buenas o malas sensaciones” que han sentido durante el partido. Se refieren indudablemente a esa competencia inconsciente o memoria muscular que les permite “jugar sin pensar”.


Parto de la base de que el lector se ha enfrentado con éxito a múltiples personas y situaciones más o menos conflictivas. Esa es la prueba palpable de que posee competencia inconsciente para tratar con personas o situaciones difíciles, Pero, precisamente, por ser esta competencia inconsciente, se le suele atribuir erróneamente el éxito, al instinto o a la suerte. Espero que de ahora en adelante, seáis más conscientes de vuestras competencias; sobre todo si os dedicáis a la psicoterapia.

EL LENGUAJE Y EL SIGNIFICADO DEL SINTOMA EN PSICOTERAPIA

En medicina y en psicología, nos han enseñado que por encima de todo hay que acabar con los síntomas. Si un paciente tiene fiebre, hay que quitársela inmediatamente, olvidándonos que esa fiebre, por ejemplo, es un mecanismo de defensa del organismo frente a la presencia de un virus. Según mi punto de vista, el médico debe estar al lado del paciente “vigilando” esa fiebre, para que no llegue a una temperatura que le pudiera hacer convulsionar. Su función es la de acompañar y facilitar el mecanismo de defensa que la fiebre representa, tratando de entender de forma global, qué le está pasando a ese paciente en particular.

Ningún síntoma va en contra del psiquismo de ningún paciente o en otras palabras: “lo que le ocurre a un paciente a través del síntoma, es lo menos malo que le puede ocurrir”.

Si yo te pregunto para qué te sirve el dolor cuando te rompes un brazo, seguramente me contestarás que para nada en absoluto, sin embargo; si reflexionas un poco, verás que gracias al dolor, no mueves el brazo porque si lo hicieras, te romperías, músculos, nervios, tendones, etc., y la avería sería mucho más grave. Por lo tanto, la naturaleza que es muy sabia, ha puesto en marcha el mecanismo del dolor para evitar “males mayores”. Lo mismo ocurre en nuestra mente inconsciente, que siempre busca lo menos malo para nosotros y eso, en general, no resulta obvio.

Ejemplos clínicos

Imagínate que estas ascendiendo por una montaña y que lógicamente a medida que asciendes, la concentración de oxigeno es menor. Tu organismo para adaptarse a la hostilidad del ambiente, empieza a generar un síntoma que es la disnea (respiración jadeante, superficial y rápida). Para alguien que estuviera observándote, pensaría que te encuentras muy mal; cuando en realidad esa disnea, es un mecanismo de defensa que genera tu cuerpo para “bombear” más oxígeno, y así combatir su déficit.

Seguimos con otro ejemplo un poco exagerado, pero que para los fines didácticos nos puede servir: si soy tan inconsciente que me pongo a correr como si tuviera 20 años, de pronto me provoco un esguince –y gracias a él–, evito la posibilidad de que me dé un infarto.

¿Quién ante un examen, no ha tenido una fiebre oportuna …?

Hace un tiempo, me mandaron de una clínica de Madrid, a una paciente de 25 años de edad. Tanto ella como su marido se habían sometido a múltiples exámenes sin que les encontraran nada orgánico que justificase el porqué no se quedaba embarazada. Me la derivaron con el diagnóstico de “esterilidad psicógena” (o de causa psíquica).

Llamaré a la paciente María. Me dijo que procedía de una familia con unos padres muy unidos y donde ella era la mayor de cinco hermanos con los que se llevaba especialmente bien. En toda psicoterapia breve integral planificada, la etapa psicodiagnóstica es fundamental y en este caso, pude constatar que la relación con su marido era muy afectiva, y estaban profundamente enamorados.

Después de efectuarle un estudio completo, tuve con ella la primera y última sesión de psicoterapia. Le dije de forma directa que ya sabía porque no podía tener hijos:

– No puedes tener hijos porque tú ya has sido madre … aunque … soltera

Ante mi afirmación, se quedó absolutamente bloqueada y al cabo de unos segundos, me contestó molesta:

– en absoluto, yo fui virgen al matrimonio…

Sonriendo, le contesté:

-– María, por lo que me has contado, cuando tenias 15 años ya eras “madre” sin saberlo. Has tenido que cuidar de tus hermanos desde que eras muy pequeña debido al poco tiempo y a lo atareada que estaba tu madre. Hiciste una función materna que no te correspondía a esa edad y aunque hayan pasado diez años de aquello, tu psiquismo lo sigue recordando. Ahora que tienes una pareja que te adora, inconscientemente, no estás dispuesta a hacerte cargo de otro bebé.

– Es como si tu capacidad de dar, se hubiera agotado a los 15, y aún no estás lo suficientemente reparada –en tus necesidades afectivas–, como para volver a hacerte cargo de un nuevo bebé. Necesitas sentir ese deseo, y cuando lo sientas, seguro que ya podrás tener a tu hijo.

No volví a tener noticias de María, hasta que siete meses después, me vino a ver a la consulta con su marido, para decirme que estaban esperando un hijo.

En general, la pregunta que siempre se hace un profesional frente a un síntoma, es el PORQUÉ del mismo, pero pocas veces se hace la que para mí es la pregunta correcta: ¿PARA QUÉ LE SIRVE A ESE PSIQUISMO EN PARTICULAR ESE SÍNTOMA EN PARTICULAR? En cualquier novela de detectives, antes o después, siempre se acaba preguntando por ¿quién se beneficia con la muerte de esta persona? Pues bien, con el psiquismo debemos hacer lo mismo, porque TODO SÍNTOMA ES UN COMPROMISO QUE SIRVE PARA DENUNCIAR Y ENCUBRIR ALGO.

En el caso de María, el síntoma de la esterilidad representaba un compromiso entre su parte consciente que “quería” tener el hijo y su parte inconsciente que “no quería” tenerlo. Su consciente le decía que reunía todos los requisitos para tener un hijo; estaban enamorados y tanto su marido como ella lo deseaban de verdad; pero su inconsciente, le advertía del peligro de tener que seguir dando en un momento que aún necesitaba seguir recibiendo. Por lo tanto, la “esterilidad psicógena” era un buen compromiso entre ambas partes, ¿Inteligente el psiquismo no?

En este caso, el síntoma denunciaba su necesidad de seguir siendo gratificada y encubría la resistencia a que le naciera un bebe; al que tendría que cuidar en un momento que aun no estaba preparada. Por tanto, María sin saberlo, tenía un CONFLICTO intrapsíquico y el SÍNTOMA era su representante externo.

Ahora podemos preguntarnos, qué tienen en común todos los síntomas. Pues bien, cualquier malestar o síntoma, al menos siempre sirve para dos cosas:

1.- En primer lugar sirve para dejar de hacer lo que estamos haciendo (nos vamos a casa, anulamos citas, etc.), y

2.- En segundo lugar, nos obliga a pensar en nosotros. Es como si un buen amigo, nos dijera: deja de perjudicarte ya. Empieza de una vez a cuidarte y a pensar en ti.

Por lo tanto, los síntomas, si sabemos leerlos, se comportan como verdaderos timbres de alarma (ver «ansiedad señal versus ansiedad traumática«) que nos avisan de que algo anda mal en nuestro interior y que es necesario que les prestemos atención. 

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