Nuestra peripecia vital transcurre entre los estrechos márgenes de la estabilidad y el cambio.
Como expliqué en un artículo anterior, en el momento del nacimiento todos somos sometidos a la exigencia de dos leyes inexorables: la ley de la gravedad y la ley de la angustia básica o existencial. Expuse cómo se generaba un «campo tenso» entre nuestros temores básicos (miedo a lo desconocido, miedo a perder lo conocido y miedo a la confusión) y la necesidad de tener que enfrentarlos para poder sobrevivir. Así pues, querámoslo o no, estamos a merced del cambio continuo porque la única constante en la vida es el cambio.
LA INVENCIÓN DEL TIEMPO
Solo tenemos el ahora. Nada más existe el presente discontinuo o conciencia puntual de estar vivo. Fue el hombre quien logró dar un verdadero salto cualitativo en su evolución respecto a los animales, cuando concibió a través de la imaginación, la anticipación de los presentes que vendrán, y de ese modo inventó el tiempo, como sucesión de presentes percibidos como una seriación continua.
Gracias a esa construcción, comenzamos a planificarnos y a percibirnos en movimiento hacia delante, generando una estructura de sostén o tira del tiempo, que le confiere continuidad a nuestro EGO.
LO IMAGINARIO SE CREA PORQUE LO PERCIBIDO CAMBIA, LA REALIDAD SE TRANSFORMA Y LO QUE ESTABA ALLÍ DESAPARECE
Para que mi vinculación con lo que sucedió se mantenga, debo imaginarlo, sustituyéndolo con una imagen interna. Como eso sucede continuamente, voy acumulando un stock de imágenes internas que llamamos memoria.
Por lo tanto, la percepción del tiempo es una construcción cultural en el proceso de la vida; donde las fotos (presentes discontinuos) se transforman en película, en la que aparece la ilusión del movimiento (como si se tratase de un viejo quinotoscopio). Probablemente, esta es una de las claves que nos explica porque a los humanos nos fascina contar y que nos cuentes historias. El cine tiene un inmenso poder para hacernos reflexionar y entender muchas peripecias personales al verlas reflejadas en la pantalla.
LA TRAMA DEL TIEMPO
Por mucho que nos resistamos, estamos instalados en un continuo presente donde puede ocurrir cualquier cosa porque la vida es incierta, lo que hace que en general, nos sintamos indefensos e inseguros sin saber convivir con la incertidumbre que es inherente a nuestra existencia.
La trama del tiempo, que es nuestra estructura de sostén, se va tejiendo con el material de los vínculos y las estructuras.
Los vínculos están representados por la relación del yo con el tú, y se gestan a través del vínculo con la madre, mientras que las estructuras son las relaciones que establecemos entre el Yo y el Mundo, siendo el padre el primer representante de ese mundo externo (ley, orden, autoridad, rivalidad, etc.).
LA TRAMA DEL TIEMPO SE VA TEJIENDO CON EL MATERIAL DE LOS VÍNCULOS Y LAS ESTRUCTURAS
Todos estamos instalados, en nuestra particular tira del tiempo que nos confiere la ilusión de continuidad. Es la autopista por donde transcurre nuestro proceso de vivir.
Recuerdo a un paciente militar, que un día me dijo: “lo mejor de mi profesión es que no hay que pensar. Sé que después de capitán, seré comandante y más tarde coronel … todo está en el reglamento”.
¿Pero que ocurre si en nuestro tranquilo transitar, acomodados en nuestra tira del tiempo, de pronto aparece una crisis?
EL IMPACTO DE UNA CRISIS
Ante el impacto de una crisis, desaparece esa construcción mental, ese artificio imaginario llamado tiempo.
Se vuelve a la discontinuidad original que había sido superada por el adiestramiento en percibir secuencias, al que los padres, como representantes de la cultura, nos habían sometido desde niños.
Siempre se tiene la sensación de que el tiempo se paraliza, siendo este el síntoma central de toda crisis. Ese «shock de realidad» es fulminante, como un directo a la mandíbula.
LO QUE ENFERMA EN LA CRISIS ES EL PROCESO DE VIVIR
Se nos fractura nuestra historia y el Yo no puede percibirse como un continuum. El presente se congela, el futuro se vacía y el pasado no existe. Algo externo a nosotros irrumpe con fuerza, nos golpea y en ocasiones puede llegar a provocarnos una verdadera ruptura biográfica (psicosis). Hay un antes y un después.
Lo que nos hace entrar en crisis es lo inesperado de la nueva situación, porque solo es real lo que se espera, que es aquello que fue concebible antes como posibilidad en la fantasía del futuro. Por eso nos quejamos, de que lo que nos está ocurriendo, no estaba previsto (pre-visto).
Solo cuando las circunstancias nos colocan dentro de un personaje que nunca habíamos anticipado: el de enfermo, viudo, adulto, culpable, cornudo, etc, puede sobrevivir la confusión, el desconcierto y la crisis. Nos sumergimos en un estado de desesperación, que es el de la persona que no espera nada, porque se ha caído de la línea del tiempo que le sujetaba su existencia.
LAS CONSECUENCIAS DE UNA CRISIS
Si la intensidad de la perturbación aumenta, comenzamos a percibirnos como “otro”, es decir nos despersonalizamos. La expresión orgánica de este proceso de desorganización psíquica, es la angustia vivida corporalmente (opresión en el pecho, taquicardia, sudoración, ahogos, nudo en el estomago, agotamiento).
CUANDO CAE UNA BOMBA EN FORMA DE CRISIS EN EL CENTRO DE NUESTRA HISTORIA, SE NOS ROMPE EL PROCESO DE EXISTIR
En el caso más extremo, hablaremos de la locura como la imposibilidad, generalmente momentánea, de armar sistemas de continuidad del Yo. El psiquismo elige la “muerte psíquica”, se retira de la realidad (delirio), para “ganar tiempo”, como un intento de reconstrucción de la identidad destruida.
Una vez más, se demuestra que los síntomas (angustia, depresión, delirio, etc)– si sabemos descifrarlos–, nos ponen en el camino de la aceptación y el cambio.
LA SALIDA DE LAS CRISIS
Como terapeutas, hay que evaluar daños e iniciar la reparación de la historia de nuestros pacientes. Sabemos que el impacto viene de fuera y hay que ayudarles a que acepten y reformulen el sufrimiento que conlleva toda crisis.
Haciendo bueno el dicho, de que lo que no me mata me fortalece, hay que lograr que el propio paciente sea capaz de transformar su óptica, encontrándole un sentido a lo que le ha pasado. Se trata de mutar el sufrimiento en creatividad, porque toda crisis implica duelo y cambio.
Como expliqué en «Un viaje de ida y vuelta«, no somos sujetos pasivos y es por ello, por lo que debemos aprender a diferenciar la aceptación de la resignación. Se acepta el diagnóstico que sea, pero jamás debemos aceptar un pronóstico, porque la vida no nos suele dar lo que queremos, pero siempre nos da lo que necesitamos para aprender.
Quiero terminar con unas palabras de Albert Einstein sobre las crisis:
“No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”
18 septiembre, 2017 at 3:10 pm
Gran artículo, Eduardo! Muy bien explicados conceptos ambiguos como el tiempo, el cambio o la crisis. Sigue escribiendo porque estos post son muy útiles para nosotros!
16 octubre, 2017 at 4:48 pm
Gracias Felipe. Siempre es un placer poder contribuir en algo a la comprensión de conceptos tan cargados de significado