Sin querer ser catastrofista, sino con el ánimo de avisar y prevenir, quiero llamar la atención sobre el hecho de que estamos rodeados de un entorno tremendamente hostil, que nosotros solitos hemos generado.
Desde el prisma de la alimentación, simplemente unas pinceladas:
• Cada vez son más numerosos los aditivos – conservantes, edulcorantes, espesantes, acidulantes, pesticidas, saborizantes, emulsionantes, colorantes y elementos químicos diversos- que se añaden a los alimentos que ingerimos a diario
• Los niveles de contaminación medio ambiental crecen en progresión geométrica ( por tierra, mar y aire)
• El empobrecimiento de nuestro suelo agrícola y la deficiente alimentación animal, tiene una clara incidencia en todos nosotros
Por todas estas causas, sufrimos un impacto tóxico brutal, que hace que vayan emergiendo nuevas patologías que hasta hace poco eran impensables. Para los que estéis interesados en estos temas, os recomiendo el libro del periodista de investigación Miguel Jara, la salud que viene.
Ante semejante panorama, una vez más, el organismo nos demuestra su sabiduría ancestral al generar un mecanismo de defensa, que si sabemos «leerlo» bien, nos pondrá sobre la pista de que algo anda mal. Los primeros avisos, se suelen presentar en forma de intolerancias alimentarias. No todo el mundo es consciente de ellas, y por lo tanto ignoran que son las causantes de variadas dolencias: problemas gastrointestinales, dolores de cabeza, hinchazones, alteraciones respiratorias, problemas en la piel, etc.
Así pues, las reacciones a los alimentos «contaminados», pueden manifestarse de múltiples maneras, llegando incluso a desarrollar verdaderas alergias.
No somos lo que comemos, sino lo que asimilamos. Se han realizado numerosos estudios que confirman que las alergias a determinados alimentos o sustancias químicas, pueden afectar a cualquier sistema corporal, incluido el sistema nervioso central.
En el plano mental, las alergias pueden causar síntomas entre los que se incluyen: irritabilidad, confusión, depresión, fatiga, pensamiento lento, dolores de cabeza, trastornos de aprendizaje, ansiedad, etc.
Se estima que 2 de cada 10 personas padecen algún tipo de alergia, y en muchos de estos casos lo desconocen. Hay un famoso y convincente estudio a doble ciego, controlado mediante placebo que realizó el doctor Joseph Egger y su equipo con 76 niños hiperactivos, con el fin de averiguar si la dieta contribuía a los trastornos de comportamiento que sufrían. Se demostró, que el 80% de los niños reaccionaron negativamente a los colorantes y conservantes de los alimentos (básicamente a la tetrazina y al ácido benzoico) alterándoles su conducta.
Este estudio se probó sobre 48 alimentos diferentes con los siguientes resultados:
• El 64 % era alérgico a la leche de vaca
• El 59 % al chocolate
• El 49 % al trigo
• El 39 % a los huevos
• Y el 16 % al azúcar
Después del cambio en sus dietas, no solo mejoró el comportamiento, sino que la mayoría de los síntomas asociados (dolores de cabeza, ulceras en la boca, rinitis crónica, etc.) también lo hicieron.
Cuando escribí sobre los neurotransmisores ya expliqué como gracias a ellos, las células del cerebro se «comunican» entre sí, pero no son las únicas con capacidad de comunicarse de esa manera. El mundo científico ha descubierto que existen numerosas «conversaciones» entre cerebro, sistema nervioso, sistema inmunológico y sistema endocrino. Esto es tan así, que ha surgido una nueva especialidad médica llamada Psico-neuro-inmuno-endocrinología.
Con estos nuevos conocimientos se ha confirmado lo que ya sabían los antiguos: que las fronteras entre la mente y el cuerpo son extremadamente borrosas. Una de las «conversaciones» mejor estudiadas es la que establece el cerebro con el intestino a través de las hormonas y los neurotransmisores (conviene recordar que nuestros antepasados médicos hablaban del intestino como del «segundo cerebro»). Con todos estos conocimientos queda muy clara la relación entre alimentos y salud mental.
La mayoría de las alergias a los alimentos, se desarrollan como una reacción frente a una determinada proteína del alimento en cuestión. A la cabeza de las alergias alimentarias, se encuentra el trigo, probablemente debido a la gliadina que es uno de los componentes de su proteína básica llamada gluten. La gliadina irrita el intestino, llegando a destruir sus vellosidades y afectando a la digestión.
El consumo de demasiados productos fabricados con trigo, no es bueno para nadie. No hay que olvidar que el trigo está manipulado genéticamente y en ese sentido es mucho mejor consumir espelta (trigo no manipulado genéticamente). Por otra parte, está demostrada la conexión entre la alergia al trigo, el autismo y la esquizofrenia.
Sabemos que la intolerancia al gluten conduce a la enfermedad celiaca, que siendo genética, a veces no se manifiesta hasta edades avanzadas. Se calcula que en España una de cada 270 personas son celiacas, siendo más frecuente entre las mujeres. Los síntomas, pueden variar entre estreñimientos y diarreas, así como dolor e hinchazón del abdomen e incluso vómitos.
La avena contiene mucho menos gluten que el trigo, y además es de un tipo diferente, por eso su intolerancia se presenta con menor frecuencia.
En definitiva, cada vez son más los expertos en alergología, que opinan que la hipersensibilidad a los alimentos, es un fenómeno multicausal que implica probablemente una mala nutrición, contaminación, problemas digestivos y sobreexposición a determinados alimentos.
Te estarás preguntando, qué hacer ante la duda de si determinados alimentos te sientan bien o no. Puedes hacer dos cosas: En primer lugar, evita estrictamente durante dos semanas los alimentos bajo sospecha, y después los vas introduciendo individualmente de una manera controlada, registrando los síntomas.
En segundo lugar y más fiable a mi modo de ver, es que te sometas a un Test de Intolerancia Alimentaria. Desde hace ya bastantes años, yo suelo pedirles a mis pacientes que se lo hagan. En él, se testan los 98 alimentos más comunes que solemos ingerir a diario, para descubrir cuales son los que te causan intolerancias.
El test consiste en la extracción de un poco de sangre, para obtener de ella previo centrifugado, el suero sanguíneo donde se mide la cantidad de inmunoglobulinas G presentes. Estas, son las que indican el grado de intolerancia que posees frente a cada alimento en cuestión. Es muy interesante, que si por ejemplo tienes intolerancia al trigo, te facilitan la lista de alimentos que llevan trigo oculto (te asombrarías de la cantidad). Finalmente también entregan la lista completa de todos los alimentos permitidos para ti.
Os dejo una conferencia de Suzanne Powell, que impartió en el primer congreso sobre alimentación consciente, donde habló de la importancia de una alimentación sana y libre de sustancias tóxicas. Espero que os guste.
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