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Si la autoestima es la opinión que tenemos de nosotros mismos, está claro que esa opinión condicionará la forma de pensar, sentir y hacer en la vida. Si de verdad creo que valgo, creo que puedo y creo que sirvo, tendré una fuerza impulsora para enfrentar la vida; siendo su consecuencia una buena autoestima; mientras que en el caso contrario: si creo que ni sirvo, ni valgo, ni puedo, quedaré paralizado y mi autoestima será muy baja.

Lo que CREO de mi es lo que determina mi nivel de autoestima

Una vez más, nos encontramos con que son las creencias limitantes, las que determinan nuestro nivel de salud mental. Todos somos portadores de creencias o pensamientos enquistados en nuestro inconsciente que nos bloquean y limitan. Esos bloqueos los hemos aprendido por condicionamiento, y de la misma manera que los hemos aprendido, se pueden desaprender. 

El representante interior

Al principio; es el entorno, los padres, la sociedad y las figuras de referencia, las que nos van «instalando» ese sistema de creencias en nuestro interior; pero llega un momento, que por una serie de mecanismos de identificación, «surge» en nosotros el representante interior de esas creencias «exteriores» (como cuando un secuestrado se identifica con la parte humana de su verdugo, en un intento inconsciente y desesperado de librarse del pánico que le atenaza). Esa figura interna puede recibir muchos nombres: «el guardián del código«, «el planificador«, «el amo«,» el evaluador«, etc.

El dialogo interior

Es un hecho, que aunque no seamos muy conscientes de ello, no paramos de parlotear y dialogar con nosotros mismos. Seguramente frases como: ¡Lo has hecho muy mal!, ¡Aguanta!, ¡Tu vales mucho!, ¡No te merece!, etc, te las has dicho a ti mismo en más de una ocasión. La gran pregunta que subyace y que debemos formularnos es: ¿Quienes son los que dialogan dentro de nosotros? Está claro, que si pudiésemos identificar a los interlocutores internos de dicho parloteo, sería posible arrojar algo de luz al tan complicado tema de la autoestima.

Fueron los trabajos del psicoterapeuta doctor Norberto Levy, autor de un magnifico libro llamado «El asistente interior» (2000), quien me permitió una mejor comprensión e identificación de lo que sucede en nuestro interior, cuando está en juego la autoestima.

En palabras de Levy: » Todos los seres humanos recorremos una misma secuencia: realizamos algo y luego evaluamos lo realizado, … , dicha evaluación ocurre momento a momento de un modo más o menos consciente. Podemos decir que en cada uno de nosotros existe un realizador y un evaluador que están continuamente interactuando.»

Relación entre el realizador y el evaluador

Así pues, lo verdaderamente importante para nuestra autoestima, es el resultado de la relación que exista entre estos dos personajes que nos habitan. Ambos constituyen una sociedad; son un «nosotros», pero no lo saben; porque se perciben separados y con objetivos diferentes. Podemos imaginarlos a cada uno como una mano. Se perciben separadas, porque «no saben» que forman parte del mismo cuerpo (ver el vídeo final).

Veámoslo en detalle: En todos nosotros existen dos «personajes»; uno llamado el evaluador, que es el que desea hacer algo, planifica como hacerlo y finalmente evalua los resultados; y otro llamado realizador, cuya misión consiste en realizar todo lo que el evaluador ha decidido que hay que hacer. 

Para explicar esta relación, el doctor Levy recurre a la metáfora del jinete y su caballo. Cuando el jinete (evaluador) no gana la carrera que había proyectado ganar, y la relación con su caballo (realizador) es inmadura, la evaluación del resultado le conducirá al reproche y la descalificación de este. Así, el caballo quedará descalificado, desvalorizado y des-estimado

 La baja autoestima será el resultado de un evaluador que cuando es frustrado por su realizador, reacciona desvalorizándole

¿Cómo podemos aumentar nuestra autoestima?

Está claro, que tanto el caballo, como su jinete, se necesitan mutuamente. Si el jinete CREE, que es «el amo» y que poco importa el deseo del caballo, este inicialmente se someterá, pero a la larga llegará un momento donde se colapsará y no habrá carrera.

El jinete tiene que empezar a darse cuenta que su rol de amo, se asienta en creencias erróneas, como pueden ser la de «querer es poder» (querer es querer y es una condición necesaria, pero no suficiente para conseguir algo). También puede tener la creencia de que «la letra con sangre entra» o que «los caballos son unos vagos a los que hay que estimular a base de palos«. Cuando el jinete se empieza a dar cuenta que sin el caballo no hay carrera posible, empezará a revisar su actitud, dejando de dar órdenes.

Será en ese límite, cuando comience a reconocer que no es el amo de nadie, sino un socio igualitario, en una sociedad de mutua ayuda e interdependencia. A partir de esa toma de conciencia, comenzará un vínculo maduro entre jinete y caballo, que es la esencia de una buena autoestima.

Como conclusión final, os dejo estas palabras de Norberto Levy:

«El evaluador (jinete) maduro reconoce que el realizador es su socio esencial, y ha aprendido que su función es utilizar las acciones, tanto sean aciertos o errores, para colaborar con el aprendizaje y el bienestar de su socio, el realizador(caballo)».

Por eso, considero fundamental la práctica del diálogo interior consciente, para lograr poner el foco de nuestra atención sobre dichos roles, tratando de que su relación pase de ser una «fábrica» de conflictos a una «fuente» de soluciones.